lunes, 25 de abril de 2011

El desafío del Vivir Bien indígena y el desarrollismo (1)

El desafío del  Vivir Bien indígena y el desarrollismo (1)

Pareciera ser que la receta del Desarrollo, como las papas, viene bien con todos los platos políticos, desde la ultraderecha, la derecha conservadora, la derecha liberal, el centro cristiano, la izquierda renovada y la izquierda radical. Vaya producto del ingenio culinario político del siglo XX que permite adobar bien las salsas y carnes, pescados, verduras, el pan y el vino.  El Desarrollo se ha enroscado sobre sí mismo y se ha reconstituido molecularmente de tal forma que puede acompañar el menú macdonalizado de dictaduras como puede ser parte sustantiva de los letreros de la cocinería ciudadana.

 Al desarrollo pensado a sí mismo, es lo que llamamos Desarrollismo, esa teoría económico-político-cultural que se inunda de discurso, emborrona cuartillas y es proclamado muchas veces por  quienes buscan construir una sociedad mejor.


Pero miremos Chile, cómo es posible que en un mismo espacio político coexistan think tank (centros de estudios) tan disímiles como Libertad y Desarrollo (derecha); Centro de Estudios para el Desarrollo (democristiana); Democracia y Desarrollo (liberal) o el  Centro de Estudios de Desarrollo Alternativo (comunista).


En el mundo indígena, que es el que me interesa considerar en este debate, podemos hablar que ya el Gobierno de la Unidad Popular promovió y generó una ley desarrollista, Ley 17.729 de 1972;  cuyo órgano ejecutor principal era el Instituto de Desarrollo Indígena (IDI). Dos décadas después en 1994, y casi sin cambios en su lógica operativa, los gobiernos democráticos de la transición discutieron y promulgaron la Ley 19.253 cuyo órgano ejecutor principal es la Corporación de Desarrollo Indígena (CONADI).



Hoy, casi dos décadas después, en 2010, agotada la lógica desarrollista de la CONADI, se plantea su sustitución por una Agencia de Desarrollo Indígena que comenzará a ser consultada en mayo próximo junto a otras cuatro importantes reformas en un solo proceso que dista mucho de las recomendaciones y estándares del Convenio 169 de la OIT.


No importan aquí tanto los ciclos de reformas cómo sí la lógica que opera detrás de estos intentos: hay unos pueblos postergados que necesitan alcanzar los mismos patrones que tiene la sociedad mayor o el país en el que viven. Aunque esos mismos países no sean considerados por sus pares del primer mundo como naciones desarrolladas todavía.


Los pueblos indígenas en un principio seducidos por el encantamiento siguieron la lógica, y terminaron suscribiendo la ideología del desarrollo. Un horizonte abundante e ilimitado de progreso y riqueza al que, según los supuestos, debían aspirar todos los pueblos de la tierra y los miembros de cada uno de ellos. La vía única al desarrollo debía mostrar el camino a transitar a toda la humanidad. A cada paso se oían detractores que advertían el sendero perdido. ¡Equivocados, van por el camino equivocado! están dando vueltas en círculos. No vamos a ninguna parte. Esta es la ruta que nos llevará derecho al despeñadero. Y así década tras década fueron cambiando los énfasis desde el anciano modelo de la vía única anunciada por Harry Truman. Se fue disolviendo la idea del crecimiento ilimitado, el aumento de la producción y la felicidad del consumo desenfrenado.


La huella única, el camino que todos los pueblos debían recorrer para alcanzar el desarrollo, comenzó a destartalarse al trasplantarlo, primero a Europa y luego al planeta entero. Cada copy/paste lo deterioró como un mal clon. Entonces surgieron voces activas que reformularon la teoría: lo que ocurre es que hay países desarrollados, con ciertas condiciones económico culturales, y países sub-desarrollados, países que se encuentran en la vía del desarrollo. Era obvio, según decían los observadores evolucionistas, que había países infantiles, adolescentes y maduros;  según el  estadio económico en que se encontraban. El desarrollo se daba por etapas.


El horizonte mágico estaba un poco más lejos, como la olla con monedas de oro al final del arco iris. Nacieron entonces las voces de la desconfianza. ¿Y no será que el bendito desarrollo se da en un marco de dominación, de control por los países ricos del centro sobre los países pobres de la periferia? Desarrollo desigual y combinado proclamó la teoría de la dependencia atrincherada en la CEPAL. El mundo se encontraba, por razones históricas, en una injusta división internacional del trabajo. Unos países eran productores de manufacturas y otros productores de materias primas. Los primeros se industrializaban y alcanzaban el desarrollo (centro) y los segundos se hundían en el intercambio desigual y se empantanaban pedaleando en el yogurt de  su subdesarrollo (periferia).



Las voces y el descrédito crecía, pero la bandera a pesar de la evidencia se mantenía flameando. El crecimiento tenía límites. No era posible crecer y consumir como lo hacen los países ricos. No es sustentable un  modelo de consumo en que unas 800 millones de personas generan una sobrecarga ecológica sobre los recursos naturales, aún más si se pretende extenderlo a los 6 mil 300 millones que somos. Para hacer eso se requerirían unos cinco planetas Tierra. Se necesita, entonces, de un desarrollo que sea sostenible, sustentable, amigable con el medio ambiente. Si, gritaron atrás, pero no sólo con consideraciones ambientales, también con una dimensión humana. Claro. Desarrollo Humano…pero a una escala humana. Nóbel alternativo para el que grito primero, alguien más? Tiene que ser  integral, ahhh y que sea un desarrollo popular, compañero.


Las naciones del mundo declararon el universal derecho al desarrollo. Fue aprobado por moros y cristianos en el seno de la ONU. La Declaración del Milenio incluyo los ocho objetivos de desarrollo y sus metas hasta el año 2015. Metas mínimas de una sociedad algo más humana.


Con un apriete de tuerca más o uno menos, pareciera que la palabra DESARROLLO, por el uso o el  abuso, quedó vacía de sentido. Este vaciamiento de sentido no ha sido resultado del desinterés sino más bien el uso abusivo en la disputa de control por su significado. Pero ese significado asociado a diversos significantes termina por transformarlo en un sinsentido. Hemos llegado a un punto en que el desarrollo es un ensoñamiento y una ideología desprovista de sentido. Signos carentes de cualidad.


Los pueblos indígenas también se dieron a la tarea de convertir, ahora en código desarrollista sus aspiraciones, sueños y mandatos, y acudieron al llamado de la larga marcha económica. Autodesarrollo, etnodesarrollo o desarrollo con identidad. Estaba todo dicho. Las condiciones del progreso de la humanidad no avanzan, tal como lo atestiguaron dramáticamente en la Guerra Mundial: Horkaimer, Benjamin y Adorno. Esa forma de Iluminismo económico no lleva a ninguna parte. No hay progreso para todos. Ni siquiera para unos pocos. Basta una brisa de locura, unas horas de intolerancia para echar al suelo toda la arquitectura que el esfuerzo de generaciones sacrificó para levantar. Unas hordas se toman los gobiernos, la justicia se disuelve, las cárceles se llenan de luchadores sociales, el poder se reproduce y se justifica a sí mismo. Las sociedades se retrotraen de una plumada al más oscuro laberinto de nuestras soledades.


Pero los pueblos son la medida de todas las cosas, de las que tenemos por buenas y las que consideramos malas. Los pueblos de la Tierra hoy agobiados por la travesía perdida del desarrollo buscan afanosamente una salida alternativa. El desarrollismo, cual Frankestein se ha vuelto en contra de los pueblos que lo inventaron. La vía mundial al desarrollo está fracasada. Los pueblos buscan alternativas para una economía solidaria al servicio de sus habitantes. Iniciativas cuyo objetivo central sea el Vivir Bien de todos y todas. La realidad del desarrollo se ha venido al suelo como modelo para la humanidad. Se requiere de un nuevo Modelo de Vida, de un modelo para el Vivir Bien Comunitario. Esta es la discusión urgente que los pueblos indígenas invitan a la Humanidad.


(Ver parte II y final) 

Fernando Quilaleo

Periodista.

Abril 24. 19 hrs.