Qué dicen los
Mapuche cuando dicen Autonomía
Cem pi kei pu
Mapuche kizugvneuwvh zugu mew
La estructuración del pensamiento político
mapuche a través de una propuesta de Autonomía es una categoría entendida por
los actores que analizamos en tres dimensiones básicas, e intertextuales,
podríamos agregar desde la perspectiva de Kristeva.
1.- En primer lugar será una categoría filosófica, y hasta ontológica
individual-colectiva, de constitución sustancial del sujeto mapuche libre de
cortapisas ideológicas ortodoxas, sin vinculación en su accionar político a
partidos, confesiones religiosos, grupos o movimiento externos a los propios
mapuches. Esta dimensión, es ofrecida
por los actores mapuches que consideran a la autonomía como un esfuerzo de
liberación mental que busca revitalizar los conceptos propios mapuches por
sobre las concepciones occidentales. Esta forma de ver la autonomía mapuche es
entonces un proceso de descolonización ideológica. Una de las primeras
actividades que realizó la dominación que prosiguió a la invasión del
continente, y por cierto del territorio mapuche, fue la conquista de las mentes
y la supresión de los contenidos ideológicos propios para en su lugar instalar
las concepciones europeas de los invasores. Este proceso no concluyó con el fin
del dominio ibérico en América y con las revoluciones de independencia, como
podría suponerse sino, dicen sus sustentadores, fue modificado por otras formas
de dominación de conciencias para negar las propias concepciones que todavía
resistían y persistían en los pueblos originarios.
A la dominación colonial, le
siguió una nueva colonización proveniente desde los criterios occidentales del
pensamiento, lógico-positivista, filosófico-científico y
mágico-religioso-cristiano. Así, a la dominación fundamentalista católica, le
siguieron teorías civilizatorias occidentales opuestas a la existencia de los
pueblos indígenas en América que serían resabios de salvajismo o barbarie.
Estos criterios fueron también enarbolados por las miradas marxistas que
acompañaron durante fines del siglo XIX hasta fines del siglo XX al movimiento
obrero y popular emergente. Estos sectores, encargados de “pensar la revolución”,
consideraron siempre a los indígenas como meros campesinos pobres a los que
había que concientizar y transformarlos en proletarios del campo que sumados a
la clase obrera, única clase que se piensa a sí misma, pudiesen realizar la
revolución social contra el capitalismo e instaurar otro régimen. Cabe hacer notar que en los tres países con
revoluciones triunfantes de corte popular en América durante en el siglo XX, se
realizaron amparadas en la fuerza de los sectores campesinos y no en la “clase
obrera”: México 1910, Cuba 1959 y Nicaragua 1979.
2.- Una segunda dimensión,
complementaria a la ya revisada, se ubica una perspectiva de la Autonomía Mapuche entendida como
proceso de liberación nacional.
Reflejada por los principios de la Coordinadora Arauco
Malleco, analizados más arriba. Esta postura junto con la postura independentista son de las menos ventiladas
en los debates pero que en un periodo reciente se abrieron paso, aunque con
ciertas limitaciones.
En los años
80, un fantasma recorría América, el fantasma de la autonomía. La idea de este espectro se corporizó en los 90. La paráfrasis del Manifiesto fue utilizada por Héctor Díaz-Polanco en 1991 para dar
cuenta del intenso debate que se abría paso cerrando la larga noche del
indigenismo. El juego de palabras no era gratuito y daba cuenta, además, de la fractura entre
las visiones del estructuralismo marxista, que otorgaba preponderancia a la
clase social por sobre cualquier otra consideración o característica formativa
de la conciencia de los individuos, y mucho menos de las colectividades humanas
como los pueblos.
Fuimos
testigos de una ruptura cada vez mayor entre etnicidad y clase social en las
propuestas políticas de los pueblos indígenas. Se ponía en cuestión el viejo
análisis estructural de la sociedad a través de la existencia de clases
sociales antagónicas que luchaban por la continuidad/cambio de un orden social
basado en la pugna capital/trabajo.
Esta forma
reduccionista de entender la sociedad arrastraba los pies hacía rato ya en las
sociedades reales latinoamericanas. Sin embargo sus argumentos gozaban todavía
de buena salud en el mundo académico y político, arropada siempre de la
investidura científica que le facilitaba la racionalidad moderna. Todo
argumento que se preciase de científico debía pronunciarse, en última
instancia, sobre los arquetipos del relato marxista que ponía como
protagonistas de la historia a burgueses y proletarios enfrentados con
prescindencia de todo otro reparo, fuesen estos provenientes del inmenso mundo
de las ideas, de la multiplicidad de estructuras superpuestas, presentes o
subyacentes y de la plasticidad de los cuerpos. Mientras, transcurría la década
perdida de los 80, como la definiera la CEPAL , no sólo perdida en materias de indicadores
socioeconómicos, sino también debido a la irrupción de dictaduras militares y
al descrédito de las formas políticas tradicionales.
3- La
Autonomía como Metarelato Indígena. En este contexto, se abrió un espacio de
superación de las propuestas políticas que consagraban la invisibilización de
los pueblos indígenas como sujetos políticos y actores de la negociación social
y se abrió paso a la construcción de un proyecto político indígena de alcances
continentales. Este proyecto político
que se extendió con rapidez por toda América adoptó el nombre de proyecto de
Autonomía de los Pueblos Indígenas. Dicho ahora en clave constructivista o
posmoderna, podríamos señalar que los pueblos indígenas de América dispusieron
de un relato que sostenía todos los demás discursos particulares, que lo
estructuraba y lo delineaba, un metarelato indígena continental.
Este metarelato caló tan hondo en las organizaciones que hoy parece impensable
ser indígena en América y no abrazar el proyecto político de la autonomía. De
los componentes, las ideas y la forma en
como esas propuestas han ido tomando cuerpo, y de la posibilidad que tienen los
pueblos indígenas de aportar, en forma crítica, a su desarrollo, es lo que aquí
se ha tratado de exponer; pero este epifenómeno no es nuevo, ya se conocía en forma incipiente a inicios de
los 80.
El antropólogo mexicano
Guillermo Bonfil Batalla lo llamó Panindigenismo.
Los encuentros internacionales, los foros de Naciones Unidas, pero sobre todo
la revolución informática, hizo que los dirigentes compartieran ideas y que sus
discursos tuvieran núcleos comunes. El entramado se extiende hasta hoy.
¿Qué es la Autonomía Mapuche?
¿Qué es la Autonomía
Mapuche ? Pregunta recurrente de los
intelectuales no indígenas a los dirigentes y líderes del movimiento de los
pueblos originarios a nivel continental.
Las respuestas son muchas y variadas. Aventuremos una: Autonomía Mapuche es, antes que todo, un proyecto político de
reconstrucción identitaria y territorial. La Autonomía es una categoría
polisémica; es varias cosas a la vez y ella
misma es depositaria de una larga definición.
Intentemos desagregar
esta definición: Autonomía es una forma de expresión y de materialización del
derecho de la libre determinación de los Pueblos Indígenas. Es la sumatoria de
las demandas más importantes del pueblo mapuche, es un catastro extenso de los
principales objetivos de los diversos proyectos políticos que hemos analizado. Es
la madre de todas las demandas mapuche y, en muchos casos, de todas las
demandas indígenas. Es también, una forma de administración política
territorial, un reclamo para modificar
la estructura actual de los estados nacionales latinoamericanos y, por
último, es la forma corpórea y fáctica de una filosofía política indígena que tiene por
pilar centrar el “mandarse solo” sin colonialismo ni direccionamientos de
ningún tipo.
Cada una de
estas expresiones que podrían parecer, a ojo
veloz, una simple enumeración poética, pero tratan de expresar la suma
de miles de ideas; de décadas de reflexión y acción. La Autonomía es el ser
siendo del pensamiento político mapuche contemporáneo.
Intentemos,
por fin, diseccionar aún más la extensa definición, Autonomía es en primer
lugar el cuerpo y la materialidad del derecho a
la libredeterminación. Autonomía es una de las formas posibles de
expresión del derecho a la libredeterminación. Este derecho de todos los pueblos de la Tierra , fue consignado en
los pactos complementarios de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos. El Derecho, si seguimos su definición original como “dirito”, es la rectitud. Rectitud en la
búsqueda del bien común u otros objetivos, entre los seres humanos y las cosas.
Estas facultades, de hacer o no hacer, de los sujetos, es una idea abstracta
que se materializa en cuerpos legales. Ahora bien, si aceptamos que el derecho
es aquel conjunto
de principios y normas que regulan las relaciones humanas en las sociedades
y que, amparado en una idea de justicia,
su observancia puede ser impuesta de manera coercitiva, entonces, el derecho en
sí, y en última instancia, no es más que una relación (contractual o discursiva),
una correspondencia abstracta de
nociones culturales incorpóreas. Una idea de lo que debe ser respetado. Luego
esta relación abstracta se corporiza en derecho positivo y más tarde en el
despliegue categórico de sus alcances normativos. Así, si bien el derecho por su cualidad de
incorpóreo, no deja de ser una cosa, es un intangible. De ser una facultad se transforma en una
cosa. Es decir, no se puede ir a una tienda y comprar tal cantidad de gramos de
derecho. Se puede comprar una ley en la calle o un código, pero ese no es todo
el derecho inacabado. Es una puesta al día de una relación histórica.
Pongamos ahora
por ejemplo el Derecho a la
Libertad de Expresión consignado en la Declaración Universal.
La Libertad de Expresión, como el resto de los derechos, no es más que una
formulación humana. Una idea, la idea del derecho de que todo sujeto es libre
de expresarse como mejor prefiera. Esa idea puede materializarse en una
expresión concreta, por ejemplo un programa de radio, en la publicación de un periódico
o la edición de un libro de poesía. Así el diario, físico-corporal-material, es
la expresión del derecho a la libertad de expresión.
¿Cómo se puede
materializar el Derecho de Libre Determinación de los Pueblos? Nuestra
respuesta es que una forma de corporización de este derecho es la Autonomía. Pueden
existir otras formas de materialización del derecho a la libredeterminación,
pero aquellos no son materia de este reportaje. A pesar de todo, esta forma de
concebir la Autonomía , no es más que una de las formas posibles.
Existen
otras maneras de definir lo que se dice por Autonomía. La Autonomía se ha
entendido por las propias organizaciones mapuches en muchos casos como una
demanda más o, en oportunidades, como el catastro que encierra todas las demás
demandas. De ella se descuelgan la demanda por derechos colectivos, territorio
y tierras, educación bilingüe, la salud intercultural, el desarrollo con
identidad, por rescate identitario y expresión a través prácticas culturales,
defensa de los sitios patrimoniales y toda expresión de demanda que surge a lo
largo del tiempo, de la acción social y la relación con otros actores, en
particular el Estado.
Otra
visión recurrente respecto de lo que dicen los mapuches cuando dicen autonomía,
es entender a la Autonomía como una expresión de libertad de moverse y opinar
en política. Una profesión del deber ser frente a grupos ideológicos que los
influyen, sean estos partidos, iglesias, grupos de presión ecológicos, sociedad
civil no indígena, movimientos nacionales o internacionales y los más diversos
referentes que puedan tener algún tipo de influencia dentro de las decisiones
soberanas de los propios indígenas. La autonomía es entendida aquí como una
forma de descolonización ideológica, un “mandarse solos”, sin influencias ni
cortapisas, sin el influjo de los sectores interesados en direccionar sus
actitudes y pensamiento. Esta mirada sobre la Autonomía responde a un concepto
de filosofía política, con una historicidad dada. Los pueblos indígenas fueron
vistos por años en la historia como seres con una ciudadanía incompleta, como
señalara la antropóloga argentina Isabel Hernández; para quienes era necesaria una forma especial de
representación, que en muchas ocasiones fue de suplantación de sus capacidades
políticas, ejemplo de ello es la escasa o nula representación y participación que
han tenido en las principales esferas de poder a lo largo de los casi 200 años
de existencia del Estado: en el ámbito de representación política y
parlamentaria, en el poder ejecutivo, en el poder judicial, en las altas
esferas de dirección militar, en las casa de estudios superiores, en el poder
eclesial, en las centrales de trabajadores y, en general, en todos los espacios
de alta dirección nacional. Frente a esta situación la autonomía busca la
reconquista de la ciudadanía indígena y el autogobierno, pero desde el rescate
de los conceptos políticos propios y ancestrales.
El último
punto de la definición polisémica, que expresamos supra, es la Autonomía concebida
como un espacio territorial de administración indígena como un nuevo nivel de
administración del estado. Un cuarto, o quinto piso, de la administración
estatal amparada en la noción específica y noción concreta del Derecho a la
Autodeterminación de los pueblos.
Recordemos
que el estado nacional ha sido en América, mayoritariamente, unitario,
monoétnico y unipopular. Es decir es una
nación indivisible, formada por regiones, municipios o departamentos o
provincias o estados o alguna otra denominación territorial. Salvo algunos
casos de administración federal como México, Argentina o Brasil, el resto de
los países opera de forma unitaria internamente. Monoétnico en el sentido que
se reconoce a una sola identidad o a un solo pueblo como depositario de la
soberanía y el poder.
Podemos constatar la producción de un discurso político bajo el nombre de Autonomía, como una forma alternativa de administración del Estado, pasando de una estructura administrativa unitaria a un estado con territorios autonómicos. Esta propuesta se puede resumir como una nueva relación amparada en el legítimo reconocimiento del derecho colectivo de los pueblos indígenas a
a) Autogobierno.
Que sea el propio Pueblo Mapuche quien se autogobierne, quien decida las
autoridades que deben regirlo y que objetivos perseguir como colectivo humano
con pasado común, con Historia; con un idioma común; con una cultura y un
territorio y, por sobre todo, con la voluntad de seguir juntos. Quien elija
entre sus autoridades tradicionales o contemporáneas elegidas por las
comunidades y organizaciones con plenos poderes de decisión en los destinos del
Pueblo mapuche.
b)
Control Territorial: Que las autoridades tengan un ámbito territorial sobre el
cual ejercer sus potestades y decisiones. Control territorial entendido como
una zona delimitada al interior del Estado de Chile donde primen las medidas
evacuadas por las autoridades mapuches. Territorio en el cual los impuestos y
gravámenes a la actividad empresarial y comercial sean pagados al Gobierno
Autonómico. Que las riquezas que se generan queden en el propio territorio y
que estos se distribuyan en justicia para buscar juntos un Autodesarrollo que
permita la persistencia de la cultura mapuche.
c) Jurisdicción
Autonómica: Un modificación de la actual estructura jurisdiccional del estado.
En espacio territorial donde prime la Justicia Mapuche
y su recuperación para ejercerla en favor de sus miembros. Una validación de
los derechos consuetudinarios y de la nueva
jurisprudencia procesal penal y/o civil.
d) Marco
Jurídico: Se reclama un reconocimiento estatal de los derechos individuales y
colectivos de los pueblos. Un reconocimiento constitucional de los derechos
colectivos a través de un proyecto autonómico. Iniciativa que no debiera quedar
al arbitrio temporal de los gobiernos sucesivos. Un respaldo del mayor rango
para la conformación de un Estatuto Autonómico que otorgue respaldo estatal a
la administración autonómica. Teniendo siempre presente que toda Constitución
Política hace referencia a la constitución de una derrota, a la imposición de
unos, casi siempre pocos, vencedores sobre otros, casi siempre muchos,
vencidos. Por tanto las constituciones tienen estos límites, de ser la
instauración de una doctrina. El caso chileno es ejemplificador toda vez que la
constitución del 80 se instala por la derrota, cuando no muerte, de los
opositores políticos, la constitución del triunfo de la Dictadura , triunfo
compartido y reconocido más tarde por los propios vencidos.
e) Participación Política. Se plantea un cambio
en la estructura de poder del Estado. Transformación mediante la cual los
pueblos indígenas puedan participar en los destinos conjuntos de las
nacionalidades que forman el Estado Chileno. Una nueva forma de concebir la
democracia. El poder de la
República en manos de los pueblos que la conforman y no en
manos de un solo pueblo, el chileno, que no da cuenta de la diversidad y
multiculturalidad del país y que, muy
por el contrario, es una forma autoritaria de gobernar. Quizás sea necesario
puntualizar En el marco de esta tesis se ha entendido por Pueblo Chileno, a
aquella agrupación humana que han hecho referencia las distintas constituciones
políticas que han regido a la
República , que como toda forma cultural se encuentra en
permanente reconstrucción. Pueblo Chileno como la entidad que sustenta la Nación y las formas
jurídico-políticas que se han dado para autogobernarse.
Para cerrar este trabajo de
puesta al día de las ideas contenidas en la propuesta de Autonomía del Pueblo
Mapuche, muchas veces cuestionada y condenada sin conocer sus fundamentos y su
devenir teórico, es necesario detenerse y reforzar la obviedad de que la Autonomía , como todo
proyecto político, no es más que una guía para desplazarse y no es ni la
panacea ni la pomada mágica para curar todo tipo de urticaria. Su valor, como
se ha tratado de mostrar, es que su creación ha sido producto de un largo y
afanoso esfuerzo de las propias organizaciones, comunidades y dirigencia
indígena en Chile y en el Continente. No es un invento de algún teórico
desencantado de los fracasos políticos wigkas ni de un iluminado mesías
finisecular.
No se
ha pretendido ni abarcar todo el debate
ni todas las posiciones que han desencadenado la generación de la propuesta
mapuche de autonomía ni las muchas visiones que sobre ella misma coexisten.
Existen todavía vacíos que deberán ser llenados por otras investigaciones y
otros criterios. La relación del proyecto
de autonomía mapuche con las posiciones de los partidos chilenos, con la
sociedad civil chilena, con el contexto de las luchas indígenas a nivel
internacional, con la posibilidad real de su constitución en algún espacio
territorial dado, sus estudios de línea-base o evaluación ex-ante; a la
gobernancia indígena y la soberanía nacional; el fortalecimiento de la sociedad
civil indígena y las transformaciones necesarias en las estructuras estatales
para dar cabida a formas crecientes de autonomía que son o podrán ser
demandadas por la ciudadanía indígena
entre otros, que aquí no han sido abordados y que esperan futuros
trabajos.