jueves, 17 de noviembre de 2011

El Paraíso de Foucault

Simón Bolívar y el pueblo mapuche




Simón Bolívar y el pueblo mapuche fueron contemporáneos. En su célebre Carta de Jamaica, el Libertador define a los jóvenes revolucionarios independentistas y a las gentes que representan “no somos indios, ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles”. Describe, en unas pocas líneas, sus augurios para las novísimas naciones americanas en formación y señala, en particular, sobre el Pueblo Mapuche: “El reino de Chile, poblado de ochocientas mil almas, está lidiando contra sus enemigos que pretenden dominarlo; pero en vano, porque los que antes pusieron un término a sus conquistas, los indómitos y libres araucanos, son sus vecinos y compatriotas; y su ejemplo sublime es suficiente para probarles, que el pueblo que ama su independencia, por fin la logra”. Simón Bolívar, Carta de Jamaica, Kingston 6 de septiembre de 1815.  Me interesa mostrar no sólo la certificación de existencia del pueblo mapuche, a manos del Libertador, sino más bien, y como se verá, la convicción de Bolívar de la condición político democrática estructural de país indígena.

Sus palabras son al mismo tiempo un certificado y una premonición. Certificación de la existencia del pueblo y augurio de las posibilidades que esperan a los habitantes de esas tierras australes. Sus esperanzas, no lo sabe aún, serán demolidas a poco de conformarse el Estado de Chile  a través de su acción colonizadora y apropiación de los territorios de lo que llamarán La Frontera.

 Los “araucanos” llama el Libertador a los mapuche. Excusémosle el término impuesto, toda vez que era de uso habitual en la época, y no sólo en esos años ya que bien entrado el siglo XX hasta los propios mapuches bautizaban sus organizaciones como araucanas: Frente Araucano, Unión Araucana, Corporación Araucana; de hecho en Santiago persistió, hasta hace poco, la Liga Araucana Millelche.

Simón Bolívar está en antecedentes de la victoria mapuche sobre los intentos hispánicos de conquista. “Los [mapuche] que antes pusieron término a sus conquistas”. El fin de la invasión había sido acordado con la corona española en las Paces de Quillín en 1641. “Los indómitos y libres araucanos” los llama, forma corriente que se podía leer en cualquier relación o texto sobre el Reino de Chile. La prensa aún rescata la palabra cada cierto tiempo y flota incombustible en la narratividad indígena. Bolívar invita a los chilenos, en su carta, a mirar y seguir el ejemplo sublime ya que si “los araucanos” lograron su independencia los chilenos también lo harán. Quizás sea importante mencionar que el vocablo “chilenos” fue utilizado en la colonia para designar a los mapuches que vivían en los valles centrales, en Copiapó, en el Mapocho, en Aconcagua, etc. De hecho, con el término “chiledugun” los viejos mapuches se autoreferían y era una forma alterna de designar su idioma. Un caso de esta forma aparece en la clásica “Histórica Relación del Reino de Chile” de Alonso de Ovalle (Instituto de Literatura Chilena. 1969). En particular el Libro Tercero, capítulo II “Del grande ánimo y valentía de los indios de Chile”.  Dice Ovalle “pero aun antes de que éstos [los españoles] penetrasen a su país habían dado ya demostración de sus invencibles ánimos...los reyes Ingas con todo su gran poder, nunca le tuvieron por conquistarlos y vencerlos...pero prosiguiendo con su conquista y llegando a los promocaes del Maule, les salieron los chilenos que habitaban la tierra más adentro...” (p.105 y siguientes).



“[los] araucanos, son sus vecinos y compatriotas” dice el Libertador. Dos países en un país, vecinos y compatriotas, es difícil explicar, salvo si Bolívar estuviera pensando en que ambos deben conformar un solo gran país donde quepan ambos. Los demás dichos del opúsculo citado quizás no tengan nada de sorprendente y podría haberlo dicho cualesquier ilustrado del siglo XIX que hubiese leído a los cronistas. Sin embargo casi al final de su afamada Carta de Jamaica, en que realiza una descripción previa de las circunstancias que conmovían a los americanos, señala “El reino de Chile está llamado por la naturaleza de su situación, por las costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores, por el ejemplo de sus vecinos, los fieros republicanos del Arauco, a gozar de las bendiciones que derraman las justas y dulces leyes de una república. Si alguna permanece largo tiempo en América, me inclino a pensar que será la chilena. Jamás se ha extinguido allí el espíritu de libertad; los vicios de Europa y así llegaron tarde o nunca a corromper las costumbres de aquel extremo del universo. Su territorio es limitado; estará siempre fuera del contacto inficionado del resto de los hombres; no alterará sus leyes, usos y prácticas; preservará su uniformidad en opiniones políticas y religiosas; en una palabra, Chile puede ser libre.” (bold nuestras)

Simón Bolívar realiza una valoración extraordinaria de los aportes políticos que el Pueblo Mapuche está llamado a transferir a la novel nación chilena. Que esta última y sus líderes militares y civiles las consideren o no, será harina de otro costal; pero el venezolano augura y releva las condiciones del Pueblo Mapuche.


El Libertador cataloga a los mapuches de “republicanos”. ¿A qué se refiere? ¿Es gratuita la categoría? No. Bolívar está lejos de errar, observa que en las tierras mapuches se goza de una libertad inconmensurable y que el poder radica en el pueblo. Para mayores detalles sobre la visión republicana de Simón Bolívar se puede consultar el trabajo del filósofo mexicano Leopoldo Zea, “Decir y Maldecir en la Conciencia Americana” (en Latinoamérica en la Encrucijada de la Historia. UNAM, México, 1981).



Avanzando en la reflexión, en el territorio mapuche no había cárceles, no había policía, no había ni rey ni estado, no había manicomio, no había dinero, no había dominación de clase  ni subordinación del trabajo asalariado al capital. El olimpo anarquista. El paraíso de Foucault. Ausente allí la construcción de una sociedad disciplinaria, se tejió un prolijo orden territorial, de relaciones horizontales, con prácticas culturales e  identitarias plurales y cohesionadoras, donde “jamás se ha extinguido el espíritu de la libertad” y donde predominan las costumbres virtuosas. ¿Qué leyó el Libertador para formarse esta imagen republicana del Pueblo Mapuche?, ¿qué información manejaba? Queda todavía en la sombra sus fuentes. El militar conocía algunos detalles significativos de la situación de los líderes mapuches en Chile. En otro párrafo de su carta narra Bolívar la siguiente historia: “El suceso de Fernando VII es más semejante al que tuvo lugar en Chile en 1535 con el Ulmén de Copiapó, entonces reinante en aquella comarca. El español Almagro pretextó, como Bonaparte, tomar partido por la causa del legítimo soberano y, en consecuencia, llama al usurpador, como Fernando lo era en España; aparenta restituir al legítimo a sus estados y termina por encadenar y echar a las llamas al infeliz Ulmén, sin querer ni aún oír su defensa. Este es el ejemplo de Fernando VII con su usurpador. Los reyes europeos sólo padecen destierros, el Ulmén de Chile termina su vida de un modo atroz”.


 ¿Fue el Pueblo Mapuche la primera república de América? ¿Fue acaso el país mapuche  el primer foco de luz de la libertad continental? Con anterioridad a las revoluciones estadounidense y francesa. Al menos, todo hace parecer, que el Libertador lo creía o lo pretendía. La formación social a la que había llegado el Pueblo Mapuche le permitía gozar de una estructura social afianzada, de normatividades coordinadas por el control social y la autoridad emergida de la pluralidad. El Pueblo Mapuche había conquistado, luego de una larga y costosa guerra, su autonomía y autogobierno. La guerra no fue un impedimento para la expresión de sus formas políticas. Quizás hasta la conformación de una sociedad civil que transmutaba o transfería sus poder a líder militar, por periodos específicos. Esa forma de Autonomía fue también un acuerdo con la corona española que estableció una frontera, en general respetada por ambos vecinos. La política chilena quizás fue una de las pocas áreas de la sociedad que no se mezcló y que nunca incorporó la visión democrática mapuche, seguramente por inconveniencia para las clases que había financiado la revolución independentista criolla. El espíritu oligárquico ya estaba afianzado en el débil estado chileno en formación.


Dos siglos más tarde la afirmación del Libertador, tan lúcida y clarificadora, brilla aún más. Bolívar vio lo que muchos se niegan en aceptar, hasta el día de hoy. Valoró el espíritu libre, de un espacio territorial donde el poder radicaba en el pueblo y las decisiones estaban amparadas en el diálogo y los acuerdos, el gobierno del Pueblo. Algo similar pensaba el cronista Rosales: “En su gobierno, aunque no tienen estos indios de Chile una cabeza, tienen mucho de lo que llaman los Políticos: Democracia,  que es un gobierno popular... Pues para cualquier cosa de importancia se juntan todos,  y principalmente los Caciques, y convienen en lo que han de hacer” en el capítulo XXXII de la “Historia general del Reino de Chile, Flandes Indiano” Diego de Rosales titula “Que en muchas cosas se gobiernan los Indios de Chile conforme a las otras naciones Políticas”.

Quien piense que las cosas de la política le eran ajenas al pueblo mapuche se equivoca. Sucede que con arreglo a la instalación de un estado y la conformación de una nación que le fuera coherente, se abandonó las concepciones democráticas y las relaciones políticas que le permitieron al pueblo mapuche sobrevivir y sostener una dilatada y enorme guerra. Quizás no fue “su espíritu indómito” sino su “espíritu democrático”  que le permitió defender  su sociedad y territorio a través de una distribución de autoridades  que se manifestaban en sus relaciones comunitarias que definían su poder social; un entretejido de poderes microscópicos, o como dijera Michel Foucault, una microfísica social sin aparatos estatales ni clases privilegiadas. El mayío anticipado por Simón Bolívar.



Fernando Quilaleo A.
Periodista
16 noviembre, 8.30 hrs.

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