viernes, 3 de febrero de 2017

Autonomía Mapuche

Qué dicen los Mapuche cuando dicen Autonomía

Cem pi kei pu Mapuche kizugvneuwvh zugu mew




(Capitulo V*)

La estructuración del pensamiento político mapuche a través de una propuesta de Autonomía es una categoría entendida por los actores que analizamos en tres dimensiones básicas, e intertextuales, podríamos agregar desde la perspectiva de Kristeva.

1.- En primer lugar será una categoría filosófica, y hasta ontológica individual-colectiva, de constitución sustancial del sujeto mapuche libre de cortapisas ideológicas ortodoxas, sin vinculación en su accionar político a partidos, confesiones religiosos, grupos o movimiento externos a los propios mapuches. Esta dimensión,  es ofrecida por los actores mapuches que consideran a la autonomía como un esfuerzo de liberación mental que busca revitalizar los conceptos propios mapuches por sobre las concepciones occidentales. Esta forma de ver la autonomía mapuche es entonces un proceso de descolonización ideológica. Una de las primeras actividades que realizó la dominación que prosiguió a la invasión del continente, y por cierto del territorio mapuche, fue la conquista de las mentes y la supresión de los contenidos ideológicos propios para en su lugar instalar las concepciones europeas de los invasores. Este proceso no concluyó con el fin del dominio ibérico en América y con las revoluciones de independencia, como podría suponerse sino, dicen sus sustentadores, fue modificado por otras formas de dominación de conciencias para negar las propias concepciones que todavía resistían y persistían en los pueblos originarios. 

A la dominación colonial, le siguió una nueva colonización proveniente desde los criterios occidentales del pensamiento, lógico-positivista, filosófico-científico y mágico-religioso-cristiano. Así, a la dominación fundamentalista católica, le siguieron teorías civilizatorias occidentales opuestas a la existencia de los pueblos indígenas en América que serían resabios de salvajismo o barbarie. Estos criterios fueron también enarbolados por las miradas marxistas que acompañaron durante fines del siglo XIX hasta fines del siglo XX al movimiento obrero y popular emergente. Estos sectores, encargados de “pensar la revolución”, consideraron siempre a los indígenas como meros campesinos pobres a los que había que concientizar y transformarlos en proletarios del campo que sumados a la clase obrera, única clase que se piensa a sí misma, pudiesen realizar la revolución social contra el capitalismo e instaurar otro régimen.  Cabe hacer notar que en los tres países con revoluciones triunfantes de corte popular en América durante en el siglo XX, se realizaron amparadas en la fuerza de los sectores campesinos y no en la “clase obrera”: México 1910, Cuba 1959 y Nicaragua 1979.

2.- Una segunda dimensión, complementaria a la ya revisada, se ubica una perspectiva de la Autonomía Mapuche entendida como proceso de liberación nacional.  Reflejada por los principios de la Coordinadora Arauco Malleco, analizados más arriba. Esta postura junto con la postura  independentista son de las menos ventiladas en los debates pero que en un periodo reciente se abrieron paso, aunque con ciertas limitaciones.

En los años 80, un fantasma recorría América, el fantasma de la autonomía.  La idea de este  espectro se corporizó en los 90.  La paráfrasis del Manifiesto fue utilizada por Héctor Díaz-Polanco en 1991 para dar cuenta del intenso debate que se abría paso cerrando la larga noche del indigenismo. El juego de palabras no era gratuito  y daba cuenta, además, de la fractura entre las visiones del estructuralismo marxista, que otorgaba preponderancia a la clase social por sobre cualquier otra consideración o característica formativa de la conciencia de los individuos, y mucho menos de las colectividades humanas como los pueblos. 

Fuimos testigos de una ruptura cada vez mayor entre etnicidad y clase social en las propuestas políticas de los pueblos indígenas. Se ponía en cuestión el viejo análisis estructural de la sociedad a través de la existencia de clases sociales antagónicas que luchaban por la continuidad/cambio de un orden social basado en la pugna capital/trabajo.

Esta forma reduccionista de entender la sociedad arrastraba los pies hacía rato ya en las sociedades reales latinoamericanas. Sin embargo sus argumentos gozaban todavía de buena salud en el mundo académico y político, arropada siempre de la investidura científica que le facilitaba la racionalidad moderna. Todo argumento que se preciase de científico debía pronunciarse, en última instancia, sobre los arquetipos del relato marxista que ponía como protagonistas de la historia a burgueses y proletarios enfrentados con prescindencia de todo otro reparo, fuesen estos provenientes del inmenso mundo de las ideas, de la multiplicidad de estructuras superpuestas, presentes o subyacentes y de la plasticidad de los cuerpos. Mientras, transcurría la década perdida de los 80, como la definiera la CEPAL, no sólo perdida en materias de indicadores socioeconómicos, sino también debido a la irrupción de dictaduras militares y al descrédito de las formas políticas tradicionales.

3- La Autonomía como Metarelato Indígena. En este contexto, se abrió un espacio de superación de las propuestas políticas que consagraban la invisibilización de los pueblos indígenas como sujetos políticos y actores de la negociación social y se abrió paso a la construcción de un proyecto político indígena de alcances continentales.   Este proyecto político que se extendió con rapidez por toda América adoptó el nombre de proyecto de Autonomía de los Pueblos Indígenas. Dicho ahora en clave constructivista o posmoderna, podríamos señalar que los pueblos indígenas de América dispusieron de un relato que sostenía todos los demás discursos particulares, que lo estructuraba y lo delineaba, un metarelato indígena continental. Este metarelato caló tan hondo en las organizaciones que hoy parece impensable ser indígena en América y no abrazar el proyecto político de la autonomía. De los componentes,  las ideas y la forma en como esas propuestas han ido tomando cuerpo, y de la posibilidad que tienen los pueblos indígenas de aportar, en forma crítica, a su desarrollo, es lo que aquí se ha tratado de exponer; pero este epifenómeno no es nuevo, ya se conocía en forma incipiente a inicios de los 80.

El antropólogo mexicano Guillermo Bonfil Batalla lo llamó Panindigenismo. Los encuentros internacionales, los foros de Naciones Unidas, pero sobre todo la revolución informática, hizo que los dirigentes compartieran ideas y que sus discursos tuvieran núcleos comunes. El entramado se extiende hasta hoy.


¿Qué es la Autonomía Mapuche? 
¿Qué es la Autonomía Mapuche ?  Pregunta recurrente de los intelectuales no indígenas a los dirigentes y líderes del movimiento de los pueblos originarios a nivel  continental. Las respuestas son muchas y variadas. Aventuremos una: Autonomía Mapuche es, antes que todo, un proyecto político de reconstrucción identitaria y territorial. La Autonomía es una categoría polisémica; es varias cosas a la vez y  ella misma es depositaria de una larga definición.

Intentemos desagregar esta definición: Autonomía es una forma de expresión y de materialización del derecho de la libre determinación de los Pueblos Indígenas. Es la sumatoria de las demandas más importantes del pueblo mapuche, es un catastro extenso de los principales objetivos de los diversos proyectos políticos que hemos analizado. Es la madre de todas las demandas mapuche y, en muchos casos, de todas las demandas indígenas. Es también, una forma de administración política territorial, un reclamo para modificar  la estructura actual de los estados nacionales latinoamericanos y, por último, es la forma corpórea y fáctica de una  filosofía política indígena que tiene por pilar centrar el “mandarse solo” sin colonialismo ni direccionamientos de ningún tipo.

Cada una de estas expresiones que podrían parecer, a ojo  veloz, una simple enumeración poética, pero tratan de expresar la suma de miles de ideas; de décadas de reflexión y acción. La Autonomía es el ser siendo del pensamiento político mapuche contemporáneo.

Intentemos, por fin, diseccionar aún más la extensa definición, Autonomía es en primer lugar el cuerpo y la materialidad del derecho a  la libredeterminación. Autonomía es una de las formas posibles de expresión del derecho a la libredeterminación. Este derecho  de todos los pueblos de la Tierra, fue consignado en los pactos complementarios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El Derecho, si seguimos su definición original como “dirito”, es la rectitud. Rectitud en la búsqueda del bien común u otros objetivos, entre los seres humanos y las cosas. Estas facultades, de hacer o no hacer, de los sujetos, es una idea abstracta que se materializa en cuerpos legales. Ahora bien, si aceptamos que el derecho es aquel conjunto de principios y normas que regulan las relaciones humanas en las sociedades y  que, amparado en una idea de justicia, su observancia puede ser impuesta de manera coercitiva, entonces, el derecho en sí, y en última instancia, no es más que una relación (contractual o discursiva), una  correspondencia abstracta de nociones culturales incorpóreas. Una idea de lo que debe ser respetado. Luego esta relación abstracta se corporiza en derecho positivo y más tarde en el despliegue categórico de sus alcances normativos.  Así, si bien el derecho por su cualidad de incorpóreo, no deja de ser una cosa, es un intangible.  De ser una facultad se transforma en una cosa. Es decir, no se puede ir a una tienda y comprar tal cantidad de gramos de derecho. Se puede comprar una ley en la calle o un código, pero ese no es todo el derecho inacabado. Es una puesta al día de una relación histórica. 

Pongamos ahora por ejemplo el Derecho a la Libertad de Expresión consignado en la Declaración Universal. La Libertad de Expresión, como el resto de los derechos, no es más que una formulación humana. Una idea, la idea del derecho de que todo sujeto es libre de expresarse como mejor prefiera. Esa idea puede materializarse en una expresión concreta, por ejemplo un programa de radio, en la publicación de un periódico o la edición de un libro de poesía. Así el diario, físico-corporal-material, es la expresión del derecho a la libertad de expresión.

¿Cómo se puede materializar el Derecho de Libre Determinación de los Pueblos? Nuestra respuesta es que una forma de corporización de este derecho es la Autonomía. Pueden existir otras formas de materialización del derecho a la libredeterminación, pero aquellos no son materia de este reportaje. A pesar de todo, esta forma de concebir la Autonomía,  no es más que una de las formas posibles.

Existen otras maneras de definir lo que se dice por Autonomía. La Autonomía se ha entendido por las propias organizaciones mapuches en muchos casos como una demanda más o, en oportunidades, como el catastro que encierra todas las demás demandas. De ella se descuelgan la demanda por derechos colectivos, territorio y tierras, educación bilingüe, la salud intercultural, el desarrollo con identidad, por rescate identitario y expresión a través prácticas culturales, defensa de los sitios patrimoniales y toda expresión de demanda que surge a lo largo del tiempo, de la acción social y la relación con otros actores, en particular el Estado.

Otra visión recurrente respecto de lo que dicen los mapuches cuando dicen autonomía, es entender a la Autonomía como una expresión de libertad de moverse y opinar en política. Una profesión del deber ser frente a grupos ideológicos que los influyen, sean estos partidos, iglesias, grupos de presión ecológicos, sociedad civil no indígena, movimientos nacionales o internacionales y los más diversos referentes que puedan tener algún tipo de influencia dentro de las decisiones soberanas de los propios indígenas. La autonomía es entendida aquí como una forma de descolonización ideológica, un “mandarse solos”, sin influencias ni cortapisas, sin el influjo de los sectores interesados en direccionar sus actitudes y pensamiento. Esta mirada sobre la Autonomía responde a un concepto de filosofía política, con una historicidad dada. Los pueblos indígenas fueron vistos por años en la historia como seres con una ciudadanía incompleta, como señalara la antropóloga argentina Isabel Hernández; para quienes era necesaria una forma especial de representación, que en muchas ocasiones fue de suplantación de sus capacidades políticas, ejemplo de ello es la escasa o nula representación y participación que han tenido en las principales esferas de poder a lo largo de los casi 200 años de existencia del Estado: en el ámbito de representación política y parlamentaria, en el poder ejecutivo, en el poder judicial, en las altas esferas de dirección militar, en las casa de estudios superiores, en el poder eclesial, en las centrales de trabajadores y, en general, en todos los espacios de alta dirección nacional. Frente a esta situación la autonomía busca la reconquista de la ciudadanía indígena y el autogobierno, pero desde el rescate de los conceptos políticos propios y ancestrales.


El último punto de la definición polisémica, que expresamos supra, es la Autonomía concebida como un espacio territorial de administración indígena como un nuevo nivel de administración del estado. Un cuarto, o quinto piso, de la administración estatal amparada en la noción específica y noción concreta del Derecho a la Autodeterminación de los pueblos.

Recordemos que el estado nacional ha sido en América, mayoritariamente, unitario, monoétnico y unipopular. Es decir  es una nación indivisible, formada por regiones, municipios o departamentos o provincias o estados o alguna otra denominación territorial. Salvo algunos casos de administración federal como México, Argentina o Brasil, el resto de los países opera de forma unitaria internamente. Monoétnico en el sentido que se reconoce a una sola identidad o a un solo pueblo como depositario de la soberanía y el poder.



Podemos constatar la producción de un discurso político bajo el nombre de Autonomía, como una forma alternativa de administración del Estado, pasando de una estructura administrativa unitaria a un estado con territorios autonómicos. Esta propuesta se puede resumir como una nueva relación amparada en el legítimo reconocimiento del derecho colectivo de los pueblos indígenas a la Libre Determinación. En este plano, la Autonomía provoca un cambio urgente y postergado en la visión monoétinica y falsamente unitaria de la nación en Chile. El Estado es multinacional y sólo en este reconocimiento puede ampararse una Nueva Relación. El Proyecto Político de Autonomía Mapuche contemplaría así  cinco pasos fundamentales, muy sucintamente reinterpretados  aquí:

a) Autogobierno. Que sea el propio Pueblo Mapuche quien se autogobierne, quien decida las autoridades que deben regirlo y que objetivos perseguir como colectivo humano con pasado común, con Historia; con un idioma común; con una cultura y un territorio y, por sobre todo, con la voluntad de seguir juntos. Quien elija entre sus autoridades tradicionales o contemporáneas elegidas por las comunidades y organizaciones con plenos poderes de decisión en los destinos del Pueblo mapuche.

b) Control Territorial: Que las autoridades tengan un ámbito territorial sobre el cual ejercer sus potestades y decisiones. Control territorial entendido como una zona delimitada al interior del Estado de Chile donde primen las medidas evacuadas por las autoridades mapuches. Territorio en el cual los impuestos y gravámenes a la actividad empresarial y comercial sean pagados al Gobierno Autonómico. Que las riquezas que se generan queden en el propio territorio y que estos se distribuyan en justicia para buscar juntos un Autodesarrollo que permita la persistencia de la cultura mapuche.

c) Jurisdicción Autonómica: Un modificación de la actual estructura jurisdiccional del estado. En espacio territorial donde prime la Justicia Mapuche y su recuperación para ejercerla en favor de sus miembros. Una validación de los derechos consuetudinarios y de la nueva  jurisprudencia procesal penal y/o civil.

d) Marco Jurídico: Se reclama un reconocimiento estatal de los derechos individuales y colectivos de los pueblos. Un reconocimiento constitucional de los derechos colectivos a través de un proyecto autonómico. Iniciativa que no debiera quedar al arbitrio temporal de los gobiernos sucesivos. Un respaldo del mayor rango para la conformación de un Estatuto Autonómico que otorgue respaldo estatal a la administración autonómica. Teniendo siempre presente que toda Constitución Política hace referencia a la constitución de una derrota, a la imposición de unos, casi siempre pocos, vencedores sobre otros, casi siempre muchos, vencidos. Por tanto las constituciones tienen estos límites, de ser la instauración de una doctrina. El caso chileno es ejemplificador toda vez que la constitución del 80 se instala por la derrota, cuando no muerte, de los opositores políticos, la constitución del triunfo de la Dictadura, triunfo compartido y reconocido más tarde por los propios vencidos.

e)  Participación Política. Se plantea un cambio en la estructura de poder del Estado. Transformación mediante la cual los pueblos indígenas puedan participar en los destinos conjuntos de las nacionalidades que forman el Estado Chileno. Una nueva forma de concebir la democracia. El poder de la República en manos de los pueblos que la conforman y no en manos de un solo pueblo, el chileno, que no da cuenta de la diversidad y multiculturalidad  del país y que, muy por el contrario, es una forma autoritaria de gobernar. Quizás sea necesario puntualizar En el marco de esta tesis se ha entendido por Pueblo Chileno, a aquella agrupación humana que han hecho referencia las distintas constituciones políticas que han regido a la República, que como toda forma cultural se encuentra en permanente reconstrucción. Pueblo Chileno como la entidad que sustenta la Nación y las formas jurídico-políticas que se han dado para autogobernarse.

Para cerrar este trabajo de puesta al día de las ideas contenidas en la propuesta de Autonomía del Pueblo Mapuche, muchas veces cuestionada y condenada sin conocer sus fundamentos y su devenir teórico, es necesario detenerse y reforzar la obviedad de que la Autonomía, como todo proyecto político, no es más que una guía para desplazarse y no es ni la panacea ni la pomada mágica para curar todo tipo de urticaria. Su valor, como se ha tratado de mostrar, es que su creación ha sido producto de un largo y afanoso esfuerzo de las propias organizaciones, comunidades y dirigencia indígena en Chile y en el Continente. No es un invento de algún teórico desencantado de los fracasos políticos wigkas ni de un iluminado mesías finisecular. 

No se ha  pretendido ni abarcar todo el debate ni todas las posiciones que han desencadenado la generación de la propuesta mapuche de autonomía ni las muchas visiones que sobre ella misma coexisten. Existen todavía vacíos que deberán ser llenados por otras investigaciones y otros criterios.  La relación del proyecto de autonomía mapuche con las posiciones de los partidos chilenos, con la sociedad civil chilena, con el contexto de las luchas indígenas a nivel internacional, con la posibilidad real de su constitución en algún espacio territorial dado, sus estudios de línea-base o evaluación ex-ante; a la gobernancia indígena y la soberanía nacional; el fortalecimiento de la sociedad civil indígena y las transformaciones necesarias en las estructuras estatales para dar cabida a formas crecientes de autonomía que son o podrán ser demandadas por la ciudadanía indígena  entre otros, que aquí no han sido abordados y que esperan futuros trabajos.

La Autonomía es una reflexión inacabada de los pueblos originarios y por eso mismo valiosa y admirable. Hoy el pensamiento político mapuche cuenta con un proyecto propio y necesita del concurso de miles de voluntades indígenas para hacerse realidad. La Autonomía es una invitación, un faro que anuncia un nuevo puerto, la llave de un calabozo, el último tablón de náufrago de una sociedad latinoamericana desencontrada con sus pueblos originales. 

*Capítulo de Conclusiones. Tesis para optar al Grado de Licenciado en Comunicación. Fernando Quilaleo A. Universidad ARCIS, julio 2006.



2 comentarios:

  1. Junto con saludar, te felicito por tu exposición escrita, el resumen de los puntos no disminuyó en nada lo claro de las posiciones. Claro que hay trabajo pendiente. Saludos cordiales.

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  2. Gracias Miguel, el texto original tiene ya varios años. Lo escribí en el 2000 y lo publiqué con mi tesis el 2006. Pucha que es dificil terminar la priemra tesis! Por cierto que es un debate abierto y se debe seguir mejorando. Saludos

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